Hubo un tiempo en el que quería ser la mejor. No había vientos ni cascadas que pudieran pararme.
Y entonces llegaron las riadas.”
Cat Power
¿Recuerdas escuchar aquello de “portate bien”? “Tienes que ser educada”. “¿Qué se dice?” “Muy bien, eres una niña muy obediente”
Algunas aprendimos a “no molestar”, a ser sonrientes, amables, a no quejarnos, a estar atentas. Muchas veces fue un motivo de alabanza ser ordenadas, no llevar la contraria, no dar problemas, tener paciencia y estar calladas. Protestar y elevar la voz era “de dramáticas, de histéricas, de teatreras” y llorar “nos ponía muy feas” Así que aprendimos «a ser buenas.»
De adultas esta narrativa caduca y tóxica con la que nos hemos criado en mayor o menor medida sigue vigente, y confrontarla viene siendo de vital importancia para nuestra salud.
El “síndrome de la niña buena” fue definido por primera vez por la psicoterapeuta estadounidense Beverly Engel; que lo incluyó en su libro “Nice Girl Syndrome”, para describir a las personas que sienten que su valía personal está ligada a hacer “lo correcto”, a “portarse bien”. Este síndrome carece de entidad clínica y no responde a ningún diagnóstico psicopatológico, sin embargo define un comportamiento presente en mayor o menor medida en muchas personas. Se da más en mujeres que en hombres porque tiene mucho que ver con como hemos sido socializadas y con lo que se ha esperado de nosotras en nuestra infancia.
En la edad adulta puede sonar así:
Puedes reconocerlas o reconocerte porque:
1º – Son personas cuidadoras de su entorno, anteponiéndolo muchas veces a ellas mismas, y a su propia salud.
El no valorar suficientemente nuestras capacidades, logros y valías puede llevarnos al error de pensamiento de que somos válidas en la medida que hacemos y/o cuidamos lo que nos rodea. Y no. ¿Sabes? Ya eres suficientemente valiosa.
2º – Tienden a la complacencia, lo que les suele llevar a evitar confrontaciones y conflictos. Se muestran altamente empáticas y comprensivas con quien les rodea. Perciben los estados de ánimo y las necesidades de los demás con facilidad, lo que les permite situarse en la figura de “ayudadora”. Son amables, cercanas y dispuestas. ¡Todo un amor!… menos para ellas mismas, ya que esto les supongo una gran ansiedad.
3º – Tienen dificultad para decir que no (a un favor que les pide un amigo, a horas extras en el trabajo, o a una propuesta que alguien a quien quieren les ha hecho y que no les apetece, por ejemplo…) para oponerse, para discrepar o para hacer una crítica.
4º – También tienen dificultad para poner límites, lo que les lleva muchas veces a la sobrecarga hasta la extenuación, tanto en su vida personal como profesional.
5º – Tienen mucha dificultad para conectar con la emoción de la ira y externalizar su enfado.
6º – Suele estar presente la enorme presión que supone la búsqueda constante de “hacerlo bien” en sus relaciones o en su trabajo, hasta el agotamiento.
A veces pueden parecer personas desorganizadas o dispersas, esto se debe a la sobrecarga.
Huelga decir que todo esto tiene consecuencias graves sobre si mismas en el medio y en el largo plazo.
7º – Hay mucha ansiedad subyacente, y los trastornos psicosomáticos son habituales (problemas gastrointestinales, cefaleas tensionales, migrañas, dermatitis, contracturas, desórdenes menstruales, etc)
Nuestro cuerpo nos hace el favor de pararnos cuando nosotras no somos capaces de hacerlo por nosotras mismas, así que es muy habitual que se enfermen cada cierto tiempo.
Solo cuando están enfermas y devastadas son capaces de decir que no. Dicho de una manera más cruda: necesitan enfermarse para poder parar y por lo general para acudir a consulta.
DESACTIVAR EL SÍNDROME

Si esto te pasa quiero decirte que es posible que tomes las riendas de tu vida con asertividad, resolución y empoderamiento personal.
Es todo un reto, lo se, porque esta dinámica lleva mucho tiempo contigo y porque seguramente siga siendo reforzada positivamente por tu entorno.
¿Qué cosas podemos trabajar?
- Darnos cuenta de que ya somos valiosas. No necesitamos hacer más.
- Conectar con todas nuestras emociones y darles espacio.
- Reconstruir nuestro diálogo interno. Lo que nos decimos, lo que nos juzgamos, lo que nos escuchamos y cuan compasivas somos con nosotras mismas.
- Entrenar técnicas de comunicación asertiva.
- Poner cuidado a nuestra herida de abandono.
- Conectar con nuestras necesidades y actuar en base a ellas.
- Creer que eres capaz. Que eres suficiente. Que eres valiosa.
Te mando un fuerte abrazo. Si te apetece cuéntame en comentarios si algo de esto te resuena.